El molesto despertador.
Publicado el Domingo, 7 Ago. 2022
Esta columna la pensé llamar “Porqué me convertí en escritor”, pero terminó siendo “El molesto despertador”. He disfrutado enormemente escribirla. Sé perfecto que será parte de alguno de mis libros futuros, en su introducción seguramente. Pues bien, entrando en materia… cuando alguien está bien dormido, pero bien y plácidamente dormido, ¡qué molesto es “el despertador”! ¿A poco no?
La sorpresa que te quiero compartir aquí hoy es que no me refiero sólo a estar acostado plácidamente en tu cama, bien tapado, calientito, con un sueño profundo, cuando de repente suena el despertador e interrumpe violentamente tan placentera experiencia. No, no sólo es así ahí. Me refiero a la persona que ya despertó a otro nivel de conciencia y sus comentarios, incluso su sola presencia, actitudes y acciones resultan en extremo molestas para familiares y amigos, esos dormidos, permaneciendo sin saber quiénes son realmente y lo que podrían lograr vivir si despertaran, pero prefieren mantenerse en el incómodo placer de seguir ¿A poco no?
Hace algunos días alcancé a leer un meme que mostraba a un joven recién graduado de la carrera de Filosofía, sonriendo, para que luego en otra imagen con un rostro desencajado se leyera el pie de texto: “Darte cuenta de que ahora estás maldito con un conocimiento de la existencia que te separa completamente de tu familia y amigos, los cuales siempre vivirán bajo la tibia manta de la ignorancia de la cual tu lograste escapar”. Luego aparecía esta reflexión: “Todo el viaje de la filosofía puede resumirse en la alegoría de la caverna de Platón: un primer momento, descubrir que habitamos entre sombras de la verdad, luego la búsqueda de esta y, finalmente, la comunicación de la verdad. Quizás a muchos filósofos les falta este último punto: la capacidad de dialogar de las cosas eternas con la sociedad. Se quedan en sus oficinas y clases, pero una vez que han atisbado un poco de la verdad, no hay un compromiso de compartirlas con sus conciudadanos. ¿Creen que la filosofía tiene una relación y compromiso social o, por otra parte, se ha quedado estancada en la torre de marfil que llamamos universidad?”. Yo creo que algunos sí sacamos el conocimiento más allá de las paredes de esa torre, para muestra que estés leyendo aquí. Yo siempre he procurado expandir el mensaje e incluso mediante un lenguaje que esté al alcance de las mayorías, sin importar lo profundo del tema a tratar. Pienso que si se tiene un conocimiento y no se comparte, casi sería igual a no tenerlo.
¿Despertar o no despertar? Porque, por otro lado, ya has de haber escuchado acerca de la “felicidad del ignorante”. Palabras más, palabras menos, consiste en esa felicidad que se experimenta precisamente por no saber lo que realmente sucede y/o lo que así puede suceder.
Yo recuerdo tener experiencias de los dos tipos. Tanto he tenido un tipo de felicidad por no saber, como la que me engendrado el conocimiento. Sin embargo, algo de lo que me he llevado una gran sorpresa es que cuando mi emoción por despertar me lleva a tener la amarga experiencia de notar cómo se molesta la otra persona con mis comentarios, como sintiéndose ofendido o menos valioso, en vez de entender que ¡se trataba de todo lo contrario! Cuando llegué a entrar a reuniones de mi propia familia y notaba cómo todos se callaban porque sentían que ya llegaba un tipo de censurador, decidí un punto intermedio entre compartir y no, de hecho, es la razón por la que me convertí en escritor. A partir de esos momentos, dejé de opinar, me remití a escuchar. Todos fuimos más felices, o no sé si felicidad así como tal, pero más paz, eso sí. Y si ocasionalmente alguien preguntara, podría remitirlo amorosa y pacíficamente a «donde yo ya dije»: le recomendaba uno de mis libros. Este ahorro de saliva y evite de toda fricción, me ha funcionado de maravilla en mi vida.
Pienso y siento que la magia de escribir es que comunicas, pero la recepción del mensaje no depende de que uno comunique, sino de que el otro desee saber, pagando el precio, literal y metafórico, cuando adquiere el libro, cuando entra al blog, cuando sigue las publicaciones en redes sociales, cuando paga su entrada a una conferencia. Así, hay magia. Esa que se sucede al encontrarse el deseo de transmitir el mensaje con el deseo de recibirlo sin la necesidad de que se suceda en tiempo «accidental» sino en el mejor tiempo de ambos, el planeado, el sinceramente deseado, el escritor durante sus profundos momentos de inspiración y el lector en su momento de auténtico deseo por saber. ¡Ese encuentro es único! Hay paz, felicidad y emoción bilateral, fuera del espacio tiempo, en ese lugar en donde nos encontramos escritor y lector en la mística del más puro merecimiento como encuentro, sintiendo perfecto que ahí estamos juntos, escuchando uno, apreciando el otro, sin estar físicamente, incluso sin necesidad de estar vivo en el caso de algún autor. Entender este encuentro es sublime, a momentos, para mí, estremecedor. Esto es maravilloso, se comprueba que no hay espacio ni tiempo en la magia esa en donde nos podemos encontrar, un libro, un blog, un podcast, un tuit.
Ahora mismo vienen a mi mente las bellísimas palabras con que Carl Sagan alguna vez expresó en su afamada serie “Cosmos” por lo que entendía como un libro. ¡Mira nada más!…
¡Qué cosa tan impresionante es un libro! Es un objeto plano, hecho de un árbol, con partes flexibles en las que se imprimen muchos garabatos graciosos. Pero…, si le echamos una mirada… nos encontramos dentro de la mente de otra persona. Quizá alguien muerto hace miles de años. A través de los milenios, un autor hablándonos clara y silenciosamente, dentro de tu cabeza, directamente a ti. La escritura es quizá la mejor invención humana. Une a personas que nunca se conocieron, ciudadanos de épocas distantes. Los libros rompen la barrera del tiempo. Un libro es prueba de que los humanos son capaces de hacer magia. Y una biblioteca está llena de magia.
–Carl Sagan.
¡Me encanta! Leo y releo las palabras de este gran hombre y me siguen cautivando.
Pero bueno, retomando el tema, también he aprendido algo en esto de sentirse a momentos “despertador”, o mejor debiera decir “el despierto”, y deseo compartir contigo este aprendizaje sucedido a lo largo de mi vida, pura experiencia personal:
Qué aprendí como despertador despertando.
A lo largo de los años, cumpliendo aproximadamente 30 años como escritor y al mismo tiempo figura pública, he adquirido cierta experiencia en la combinación de ambas condiciones. Quiero dejar plasmadas aquí algunas lecciones que la vida me dio:
- “El despierto” pasará por diferentes etapas del despertar, y a la etapa a la que más pronto le conviene y debe ascender es a que no le importe la opinión (validación o descrédito) de nadie. Y esto es porque, lo enormemente molesto que incluso su sola existencia pueda representar para algunos dormidos, hará que, naturalmente, lo ataquen. El ataque más común es el verbal, mediante incómodos cuestionamientos o desprestigio. El despierto debe trabajar cada vez más en un verdadero despertar: destronar su ego.
- “El despierto” debe descubrir que su función no es necesariamente el despertar sino simplemente remitirse al regocijo de haber despertado él y detenerse ahí. “El despierto” debe comprender que, a veces, su emoción puede ser tal que le impulse a querer compartir sus hallazgos, y será natural sentir ese deseo, pero deberá tener siempre presente que su misión no consiste en ser un despertador sino remitirse sólo a emocionarse por haber despertado y esperar con amorosa paciencia a que, por ley de semejanza, se acerque algún otro a preguntar el porqué de su felicidad y ahí se abra un regocijo de comunicación.
- “El despierto tiene que garantizarse su solvencia económica total para nunca depender de los dormidos.
Entonces, ¿despertar o no despertar a los demás cuando sientes que has despertado? Mi respuesta es sí… escribiendo libros, un blog o publicaciones optativas. Así, yo tranquilo que ya dije, y respetando que algún otro desee saber lo que digo. Así, todos felices, todos en paz. Precisamente por lo que te he compartido hoy es que escribo. Me convertí en escritor desde muy temprana edad. Desde muy joven conocí la molestia de un despertador.
Tú… ¿qué opinas?
¡Emoción por existir!